miércoles, 30 de marzo de 2005

Ambrose Bierce

Para muchos, la figura del periodista -entre otras muchas facetas- estadounidense Ambrose Bierce (1842-1914) -mejor, su presencia- está vinculada a Carlos Fuentes, quien tomó su peripecia vital para escribir Gringo viejo. Muchos lo asocian con Gregory Peck, quien lo encarnó en la película homónima de Luis Puenzo (1989). Sea como fuere, el próximo lunes, a las 20.30 h., como siempre, en el patio del Cuasquías (Pasaje de San Pedro, nº 2), el escritor Eduardo González le prestará su voz y su aliento para descubrinos a un autor poco leído.

Quedan, como siempre, invitados a esa celebración de la letra.

lunes, 28 de marzo de 2005

Elogio do balbuceio

"A vida é o arte do encontro embora haja tanto desencontro pela vida", falava Vinicius de Moraes, "poeta e exdiplomata, o negro mais branco do Brasil". E eu, que ha tempo não falo nem escrevo em português, vou ao seu encontro.

A lingua permite-nos compoer o mundo. O que eu tento com ela procura atingir uma realidade muito simples entanto vou escrevendo. Tenho, então, a necessidade de lembrar -acaso creiar no meu tempo?- quais são as palavras que fazem o meu vocabulário e, ao tempo, quais são as palavras para escrever a verdade desse mundo sonhado mas não realizado.

Eu sei que isto é apenas um balbuceio, mas ele oferece parte de qualquer coisa cuio conteúdo ainda espera a sua presença.

martes, 22 de marzo de 2005

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria está habitada por cerca de 400.000 personas. Ello ha supuesto, entre otras cosas, que administrativamente sea considerada como una gran ciudad. Y como tal parece querer comportarse: el carnaval y varios festivales internacionales pretenden ser su escaparate al exterior, donde quiere encontrar su razón de existir. Sin embargo, estos espectáculos no están destinados a los habitantes de la ciudad y son, simplemente, eso, espectáculos.

Somos el público que se asombra, pero no participa. Y el hecho de que no participemos hace que la cultura –si puede llamarse cultura– sea únicamente patrimonio de algunos privilegiados: nosotros pagamos, pero se levantan muros para que no podamos disfrutar. O se lleva lejos de donde es útil ¿para el disfrute de quién?

Hace años, la ciudad contaba con un espacio cultural en el que el criterio que prevalecía era el social: los servicios públicos son eso mismo, públicos, al servicio de los ciudadanos. Los gestores públicos no han de malgastar, pero tampoco ahorrar u obtener beneficios. La cultura es patrimonio de la comunidad y hacia ella ha de ir dirigida. Tras la muerte del Centro Insular de Cultura, permitida por la institución a la que pertenecía, el Cabildo Insular de Gran Canaria, por donde pasaron algunas de las voces más interesantes de la literatura y del pensamiento, las más conocidas y las más humildes; la única posibilidad de crear un debate cultural verdadero está en manos de la comunidad, que no siente que los gestores que administran los fondos que les ha entregado se preocupen por algo que no sea la burocracia y el efectismo en las urnas del espectáculo. A la sociedad civil le corresponde tomar la iniciativa y participar en la gestión de la cultura. Dejemos a los políticos los fuegos de artificio. Sirven para iluminar momentáneamente el cielo, pero no para concitar las necesidades de la comunidad.

El objetivo que perseguimos con este espacio que inauguramos es recuperar el espíritu con que nació la Plazuela. No pretendemos ser una continuación de aquella iniciativa: carecemos de los medios para ofrecerle a nuestra comunidad una programación ambiciosa. Sin embargo, contamos con el apoyo de escritores, actores, investigadores, editores y lectores; y esperamos que esta empresa que iniciamos sea respaldada por la comunidad a la que ofrecemos este lugar para que participe y continúe disfrutando de otras alternativas.

Destellos (I)

Marcelino era hombre de pocas palabras. Mientras todos sus compañeros habían logrado ocupar puestos de cierta relevancia en cargos tan peregrinos como políticos, él permanecía como Prometeo, atado a la roca que era aquel archivo diocesano.
Acostumbrado como estaba a lidiar con manuscritos de la Archidiócesis y a procurar partidas de nacimiento y de defunción por encargo, había dedicado buena parte de su tiempo a investigar, de tal suerte que, tras quince años de honroso y eficiente trabajo, había escrito cerca de cuatrocientas páginas sobre un viejo canónigo del XVIII conocido más por sus andanzas sicalípticas que por sus servicios a la comunidad –que los hizo, y gloriosos, por cierto—, que había escrito más de una centena de opúsculos diseminados aquí y allá.

Y así, nuestro buen Marcelino, abrumado tal vez por tantas obligaciones y sintiéndose de alguna forma liberado con aquella su nueva tarea, dio a la imprenta sus folios encomendándose al Altísimo.

lunes, 21 de marzo de 2005

Matasombras

Matasombras

Declaración de intenciones (I)

"La sátira es una especie de poesía que pintando el vicio lo ataca directamente. La comedia hace lo mismo, pero de un modo indirecto: ésta propone en el teatro pinturas generales de los hombres viciosos, cuyas facciones se sacan de diferentes modelos. El espectador es quien las aplica a sí o a otros y de este modo se corrige. La sátira, por el contrario, va derecha a los hombres y formando sus retratos los aplica a ciertas personas. El arma con que la comedia ataca es la sal del ridículo; la de la sátira es la sal de la amargura, a aquella le da el impulso el odio o el desprecio del vicio; a la sátira el odio del hombre, la rabia y deseo de venganza..."
(Horacio: Tratado del arte poética, traducción de Graciliano Afonso, p.54)