martes, 22 de marzo de 2005

La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria está habitada por cerca de 400.000 personas. Ello ha supuesto, entre otras cosas, que administrativamente sea considerada como una gran ciudad. Y como tal parece querer comportarse: el carnaval y varios festivales internacionales pretenden ser su escaparate al exterior, donde quiere encontrar su razón de existir. Sin embargo, estos espectáculos no están destinados a los habitantes de la ciudad y son, simplemente, eso, espectáculos.

Somos el público que se asombra, pero no participa. Y el hecho de que no participemos hace que la cultura –si puede llamarse cultura– sea únicamente patrimonio de algunos privilegiados: nosotros pagamos, pero se levantan muros para que no podamos disfrutar. O se lleva lejos de donde es útil ¿para el disfrute de quién?

Hace años, la ciudad contaba con un espacio cultural en el que el criterio que prevalecía era el social: los servicios públicos son eso mismo, públicos, al servicio de los ciudadanos. Los gestores públicos no han de malgastar, pero tampoco ahorrar u obtener beneficios. La cultura es patrimonio de la comunidad y hacia ella ha de ir dirigida. Tras la muerte del Centro Insular de Cultura, permitida por la institución a la que pertenecía, el Cabildo Insular de Gran Canaria, por donde pasaron algunas de las voces más interesantes de la literatura y del pensamiento, las más conocidas y las más humildes; la única posibilidad de crear un debate cultural verdadero está en manos de la comunidad, que no siente que los gestores que administran los fondos que les ha entregado se preocupen por algo que no sea la burocracia y el efectismo en las urnas del espectáculo. A la sociedad civil le corresponde tomar la iniciativa y participar en la gestión de la cultura. Dejemos a los políticos los fuegos de artificio. Sirven para iluminar momentáneamente el cielo, pero no para concitar las necesidades de la comunidad.

El objetivo que perseguimos con este espacio que inauguramos es recuperar el espíritu con que nació la Plazuela. No pretendemos ser una continuación de aquella iniciativa: carecemos de los medios para ofrecerle a nuestra comunidad una programación ambiciosa. Sin embargo, contamos con el apoyo de escritores, actores, investigadores, editores y lectores; y esperamos que esta empresa que iniciamos sea respaldada por la comunidad a la que ofrecemos este lugar para que participe y continúe disfrutando de otras alternativas.

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